La Asociación de las Hijas de María de la Concordia durante la Guerra Cristera Pedro Ayala Soledad


 


La Asociación de las Hijas de María de la Concordia durante la Guerra Cristera

Pedro Ayala Soledad


Como de costumbre las integrantes de la asociación de las Hijas de María Inmaculada se reunían mensualmente en la capilla de San Juan Nepomuceno del templo de la Concordia de la ciudad de Puebla. El 18 de julio de 1926, por ejemplo, el padre Vicente de Jesús Sedeño exhortó a las socias a comprar libros para las actas, pláticas y listas, además de arreglar algunos asuntos internos. Sin embargo, a finales del mismo mes se implementaría la Ley Calles que contenía 33 artículos, la cual reformaba el Código Penal de la Federación en materia de culto, castigando penalmente a quienes la infringieran; “establecía toda una serie de condicionamientos no sólo a la labor evangelizadora de la Iglesia, sino incluso a la práctica misma de la religión”. En consecuencia, el Comité Episcopal, a través de la Pastoral colectiva, suspendió el culto público el 24 de julio. 


La suspensión de culto público y la prohibición del culto privado habían generado la movilización social de la feligresía, tanto en las ciudades como en los pueblos y villas. Si bien, en Puebla no se perseguía a los sacerdotes, estos no abandonaron a su feligresía, aunque dejaron de ejercer su ministerio en los templos católicos, más no en casas de su grey. Tal es el caso del prepósito Vicente de J. Sedeño, con fama de santidad, que residió en la casa número 8 de la calle de San Cayetano, celebrando misas semiclandestinas y administrando los sacramentos.


Las juntas vecinales y la feligresía católica se hicieron responsables de los templos, defendiéndolos y cuidando los bienes de la Iglesia, “especialmente aquellos templos donde las campanas enmudecerían, los tabernáculos estaban vacíos y, por ende, la liturgia se suspendería”. Por ejemplo, la asociación de las Hijas de María continuó realizando sus reuniones en la iglesia oratoriana al menos hasta diciembre de 1926, pero sin la presencia de su director, el padre Sedeño, aunque su ausencia no significó un deslinde en materia evangelizadora y de seguimiento como ministro de culto. 

A partir de febrero de 1927, congregados el cura Vicente y las Hijas de María abordaron el tema de la inasistencia en las reuniones de parte de algunas señoritas, por ejemplo, Enedina Sandoval, que al parecer se ausentaba por ciertas amigas que eran una mala influencia, incluso la renuencia de Bernarda Quintero para confesarse debido a las circunstancias del momento, o el caso de Bárbara Torres que no le daban permiso. De hecho, el reverendo les explicó que “siendo una familia debemos estar unidas y amarnos mutuamente, y si queremos que Dios remedie nuestra situación tan dolorosa, debemos tener el espíritu de oración”.


Las corporaciones de seglares se involucraron aún más dentro de los templos para evitar que fueran violentados por las autoridades municipales o federales, cumpliendo con el mandato del Comité Episcopal. Tal es el caso de las Hijas de María que rezaban el rosario a la Virgen María en la iglesia de la Concordia por las tardes, especialmente en el mes de mayo, y la participación en las horas santas, así como la aceptación de nuevas integrantes para obtener su distintivo: la cinta azul. La limosna era indispensable para financiar las distintas necesidades, por ejemplo, el altar del viernes de dolores. Inclusive, a pesar de que el artículo 5° de la Carta Magna prohibía las órdenes monásticas, cuadros de socias de dicha asociación salieron para entrar a formar parte de las filas de religiosas.


Con motivo de los “arreglos” entre los representantes del Comité Episcopal con el gobierno de México el 21 de junio de 1929, el padre Vicente de Jesús ordenó, 9 días después, a todas las congregaciones seglares de la iglesia del Oratorio hicieran una comunión general. Si bien las autoridades municipales hicieron entrega de los templos en la ciudad de Puebla desde el 5 de julio, no fue sino hasta el día 12 que fue restituido el de la Concordia, tomando nuevamente el lugar el prepósito del Oratorio. Sin embargo, en enero de 1930, nuevamente se llevaron a cabo las reuniones de la asociación de las Hijas de María junto con el director espiritual en la capilla de San Juan, con el fin de proseguir con las actividades interrumpidas a lo largo de tres años.





Fuentes

Libro de actas de la Asociación de Hijas de María Inmaculada de la Concordia, 1925, Archivo del Oratorio de San Felipe Neri de Puebla. 


Bibliografía


Ayala Soledad, Pedro. La cofradía de Santa María de la Asunción, historia devocional en Amozoc, Puebla, siglos XVI-XX. Tesis para obtener el grado de licenciatura, Puebla: BUAP-Facultad de Filosofía y Letras, 2023.

González Morfín, Juan. La guerra cristera y su licitud moral. México: Porrúa, Universidad Panamericana, 2009.

Meyer, Jean. La Cristiada: el conflicto entre la iglesia y el estado 1926-1929, vol. 2. Trad. Aurelio Garzón del Camino. Undécima reimpresión. México: Siglo XXI, 2013.

Sánchez Gavi, José Luis. “Los gobiernos de la Revolución y la Iglesia en Puebla, 1926-1940”. En Tecanhuey Sandoval, Alicia (coord.). Clérigos, políticos y política. Las relaciones Iglesia y Estado en Puebla, siglos XIX y XX. México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP, 2022, pp. 149-162.

Peña Espinosa, Jesús Joel. “La catedral angelopolitana: sus autoridades y administradores durante el conflicto religioso, 1927-1929”. En Tecanhuey Sandoval, Alicia (coord.). Clérigos, políticos y política. Las relaciones Iglesia y Estado en Puebla, siglos XIX y XX. México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, BUAP, 2022, pp. 123-147.

Pérez Rodríguez, Antonio. Constitución, fe y modus vivendi. Una historia de las relaciones entre Iglesia y Estado en Puebla, 1929-1949. Tesis para obtener el grado de licenciado en Historia, México: BUAP, 2018.


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